Estos retazos de vida, con recuerdos y reflexiones históricamente situados, hablarán de Chile y el mundo tal como me tocó vivirlos, sentirlos, gozarlos y sufrirlos. Como he sido testigo y, a veces, actor de algunos hechos que podrían resultar a la postre significativos, y he vivido muy intensamente durante una etapa fascinante de la historia humana --en varias partes del planeta, pero, en particular, en un país pequeño, no ajeno al mundo a pesar de su carácter insular y provinciano, llamado Chile-- es que me he decidido a escribir esta suerte de memorias. Lo hago cumpliendo también una sugerencia de un buen amigo, Sergio Politoff, quien, después de escuchar, siempre en compañía de su esposa Adriana, algunos de mis relatos, en agradables y extensas conversaciones que tuvimos durante un tiempo en su casa en Capelle a. d. Ijssel, cerca de Rotterdam, Países Bajos, donde vivió gran parte de su exilio, me dijo, hace ya mucho tiempo, a comienzos de la década de los años 80 en realidad, que yo tenía el deber de dejar un testimonio escrito de mis numerosas vivencias. Nunca olvidé esta proposición y siempre anhelé encontrar un momento de tranquilidad para hacerlo. Ahora, convencido de que ese instante no existirá, me he puesto a escribir en todos los ratos libres que he podido encontrar. Las experiencias han aumentado en los últimos 20 años una enormidad, lo que justifica aún más este esfuerzo. Así han surgido estas páginas que ahora doy a conocer, algo desordenadas sin duda, pero que serán --creo, o quiero creer-- vitales y directas. En ellas habrá de todo, pues narraré historias personales junto con algunos hechos históricos generales que me parecieron importantes de destacar y analizar. Las primeras dan un testimonio más directo, vivido por mí, mientras las segundas ofrecen el contexto, complementándose adecuadamente.
Comenzaré presentándome brevemente. Al momento de escribir estas líneas introductorias (lo que siempre se hace al final, cuando ya se ha escrito la obra), he completado 70 años de edad y 43 años de muy feliz matrimonio con Nina María Soto Rozas, mi esposa, con quien tenemos ocho hijos y quince nietos. En la vida, aparte de tener una familia grande y hermosa, he hecho muchas cosas. Así, después de haberme interesado por la química a los 15 años, por la Pedagogía en Castellano a los 17 y haber definido poco después una fuerte vocación por la política, estudié Derecho hasta egresar, muy resuelto, en todo caso, a no ejercer jamás esa noble profesión, pues tenía que buscar y encontrar alguna manera de insertarme en la política y, a la larga, también en las ciencias políticas. Entremedio me cautivaron la ópera y la música clásica, el ajedrez y los libros en general, todo lo cual ha perdurado hasta ahora, aunque predominando lejos los últimos. Fui dirigente estudiantil y político. Incursioné en el periodismo, sobre todo de opinión (escribi en el diario “La Nación”), en la diplomacia y en la cátedra universitaria. Entre 1959 y 1970 hice 35 viajes al extranjero, la gran mayoría por América Latina, pero también varios a Estados Unidos y dos a Europa. Fui comentarista nacional e internacional en TV en Santiago (Canal 13) y Valparaíso (Canal 4). Entre agosto de 1973 y octubre de 1982 viví en Alemania, donde estudié y enseñé Ciencias Políticas y Castellano en la Universidad de Heidelberg. Tuve también un trabajo en Holanda, que se prolongó después a Chile hasta 1990: la co-dirección del Instituto para el Nuevo Chile, junto con Jorge Arrate (fue ministro de educación, ministro secretario general de gobierno y embajador en Buenos Aires más adelante) y, durante dos años y medio, también con Carlos Parra (fue embajador en Suecia después). Publiqué dos libros: “Hermano Bernardo”, sobre la vida de Bernardo Leighton, en 1982, y “La no-violencia activa: camino para conquistar la democracia”, en 1984. Ambos han tenido varias ediciones. Finalmente, volví a Alemania en julio de 1990, donde trabajé un tiempo de nuevo en la Universidad de Heidelberg en investigación y docencia, para pasar después a trabajar a tiempo completo en la Embajada de Chile en Bonn, como Agregado Científico. En mayo de 1994 fui trasladado en esa misma función a La Haya, Reino de los Países Bajos (más conocido como Holanda). En septiembre de 1995 asumí como embajador de Chile en Venezuela. A fines de 1999 fui elegido Secretario Permanente del Sistema Económico Latinoamericano, SELA, organismo internacional compuesto por 28 Estados miembros exclusivamente latinoamericanos y caribeños. Ahora, ya en Chile, soy Presidente Ejecutivo del Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, ICHEH, y hago consultorías cuando ellas me son solicitadas.
Como puede verse a simple vista, ha sido una vida muy movida, que aparecerá, en algunos pasajes, con más detalle en las páginas siguientes, a medida que vaya relatando mis experiencias. No estará todo, naturalmente, sino sólo lo que parezca más relevante para la finalidad de transmitir algunas experiencias vividas en el contexto de una sociedad humana, la chilena, atravesada por tantas tensiones y profundos procesos de cambio, como los experimentados también por el mundo en tan poco tiempo. Confío en que, con este esfuerzo, contribuya a que más de algún hecho importante pueda ser analizado mejor en el futuro.
Chile ha sufrido en la segunda mitad del siglo XX modificaciones inmensas, a veces traumáticas. De sociedad agrícola, con un proceso de industrialización en serio iniciado desde el Estado recién en 1938 (CORFO), ha pasado a ser algo muy distinto a aquello, una mezcla de todo eso, pero con fuertes injertos ultramodernos. En suma, un engendro bastante indefinible todavía. También ha sido una especie de laboratorio de experimentación social, política y económica, particularmente a partir de la “Revolución en Libertad” de Eduardo Frei Montalva, que fue seguida por la “Revolución con sabor a vino tinto y empanadas” de Salvador Allende y la “Contarrevolución” o "Revolución neoliberal" de la dictadura del general Augusto Pinochet Ugarte, que resultó ser a la postre la más profunda y duradera. Culturalmente ha sido tierra de escritores y, sobre todo, de poetas. Dos de ellos, como se sabe de sobra, ganaron el Premio Nóbel de Literatura (Gabriela Mistral en 1945 y Pablo Neruda en 1971), hecho único en América Latina.
El camino del retorno a la democracia y el manejo para ir consolidando el nuevo estado de cosas ha sido también original. Existiendo, como siempre, luces y sombras, aquí destacan algunos hechos admirables a los que, en su oportunidad, me referiré.
En suma, más de medio siglo de historia de Chile y de algunas partes del mundo abarca esta mirada personal. Se agregará, espero, a tantos testimonios de otros autores, que servirán para armar el "rompecabezas" de estos tiempos insólitos en que nos tocó vivir.
Comenzaré presentándome brevemente. Al momento de escribir estas líneas introductorias (lo que siempre se hace al final, cuando ya se ha escrito la obra), he completado 70 años de edad y 43 años de muy feliz matrimonio con Nina María Soto Rozas, mi esposa, con quien tenemos ocho hijos y quince nietos. En la vida, aparte de tener una familia grande y hermosa, he hecho muchas cosas. Así, después de haberme interesado por la química a los 15 años, por la Pedagogía en Castellano a los 17 y haber definido poco después una fuerte vocación por la política, estudié Derecho hasta egresar, muy resuelto, en todo caso, a no ejercer jamás esa noble profesión, pues tenía que buscar y encontrar alguna manera de insertarme en la política y, a la larga, también en las ciencias políticas. Entremedio me cautivaron la ópera y la música clásica, el ajedrez y los libros en general, todo lo cual ha perdurado hasta ahora, aunque predominando lejos los últimos. Fui dirigente estudiantil y político. Incursioné en el periodismo, sobre todo de opinión (escribi en el diario “La Nación”), en la diplomacia y en la cátedra universitaria. Entre 1959 y 1970 hice 35 viajes al extranjero, la gran mayoría por América Latina, pero también varios a Estados Unidos y dos a Europa. Fui comentarista nacional e internacional en TV en Santiago (Canal 13) y Valparaíso (Canal 4). Entre agosto de 1973 y octubre de 1982 viví en Alemania, donde estudié y enseñé Ciencias Políticas y Castellano en la Universidad de Heidelberg. Tuve también un trabajo en Holanda, que se prolongó después a Chile hasta 1990: la co-dirección del Instituto para el Nuevo Chile, junto con Jorge Arrate (fue ministro de educación, ministro secretario general de gobierno y embajador en Buenos Aires más adelante) y, durante dos años y medio, también con Carlos Parra (fue embajador en Suecia después). Publiqué dos libros: “Hermano Bernardo”, sobre la vida de Bernardo Leighton, en 1982, y “La no-violencia activa: camino para conquistar la democracia”, en 1984. Ambos han tenido varias ediciones. Finalmente, volví a Alemania en julio de 1990, donde trabajé un tiempo de nuevo en la Universidad de Heidelberg en investigación y docencia, para pasar después a trabajar a tiempo completo en la Embajada de Chile en Bonn, como Agregado Científico. En mayo de 1994 fui trasladado en esa misma función a La Haya, Reino de los Países Bajos (más conocido como Holanda). En septiembre de 1995 asumí como embajador de Chile en Venezuela. A fines de 1999 fui elegido Secretario Permanente del Sistema Económico Latinoamericano, SELA, organismo internacional compuesto por 28 Estados miembros exclusivamente latinoamericanos y caribeños. Ahora, ya en Chile, soy Presidente Ejecutivo del Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, ICHEH, y hago consultorías cuando ellas me son solicitadas.
Como puede verse a simple vista, ha sido una vida muy movida, que aparecerá, en algunos pasajes, con más detalle en las páginas siguientes, a medida que vaya relatando mis experiencias. No estará todo, naturalmente, sino sólo lo que parezca más relevante para la finalidad de transmitir algunas experiencias vividas en el contexto de una sociedad humana, la chilena, atravesada por tantas tensiones y profundos procesos de cambio, como los experimentados también por el mundo en tan poco tiempo. Confío en que, con este esfuerzo, contribuya a que más de algún hecho importante pueda ser analizado mejor en el futuro.
Chile ha sufrido en la segunda mitad del siglo XX modificaciones inmensas, a veces traumáticas. De sociedad agrícola, con un proceso de industrialización en serio iniciado desde el Estado recién en 1938 (CORFO), ha pasado a ser algo muy distinto a aquello, una mezcla de todo eso, pero con fuertes injertos ultramodernos. En suma, un engendro bastante indefinible todavía. También ha sido una especie de laboratorio de experimentación social, política y económica, particularmente a partir de la “Revolución en Libertad” de Eduardo Frei Montalva, que fue seguida por la “Revolución con sabor a vino tinto y empanadas” de Salvador Allende y la “Contarrevolución” o "Revolución neoliberal" de la dictadura del general Augusto Pinochet Ugarte, que resultó ser a la postre la más profunda y duradera. Culturalmente ha sido tierra de escritores y, sobre todo, de poetas. Dos de ellos, como se sabe de sobra, ganaron el Premio Nóbel de Literatura (Gabriela Mistral en 1945 y Pablo Neruda en 1971), hecho único en América Latina.
El camino del retorno a la democracia y el manejo para ir consolidando el nuevo estado de cosas ha sido también original. Existiendo, como siempre, luces y sombras, aquí destacan algunos hechos admirables a los que, en su oportunidad, me referiré.
En suma, más de medio siglo de historia de Chile y de algunas partes del mundo abarca esta mirada personal. Se agregará, espero, a tantos testimonios de otros autores, que servirán para armar el "rompecabezas" de estos tiempos insólitos en que nos tocó vivir.
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